Este 29 de noviembre se cumplen 30 años de la muerte del protagonista de Sospecha.
Tenía 82 años cuando un ataque cardiaco le sorprendió de madrugada.
Su verdadero nombre era Alexander Archibald Leach y nació en Bristol (Reino Unido) en 1904, en el seno de una familia humilde y conservadora. Su pasión por el teatro le llevó a enrolarse con 15 años en una compañía ambulante, y en 1920, desembarcó en los Estados Unidos para dar el salto a Broadway, interpretando personajes en comedias musicales. En 1931 viajó a Hollywood y poco a poco pasó de ser un actor de reparto a convertirse en una gran estrella. Su atractivo rostro no pasó desapercibido por los cazatalentos y los estudios Paramount le ofrecieron un contrato. Ese fue el comienzo de una carrera no exenta de altibajos que le catapultó a lo más alto y le otorgó la fama de elegante seductor y perfecto caballero.
Grant arrastró siempre las heridas de una infancia dolorosa, marcada por la ausencia de la madre y la autoridad de un padre, Elías Leach, que prefería darle a la bebida antes que cuidar de su hijo. Sus primeros años de vida no fueron muy felices ya que sus padres no se llevaban bien. A la edad de 9 años, su progenitor le dijo que su madre se había ido de casa durante un tiempo para pasar unas “largas vacaciones”. Sin embargo, lo cierto era que la había internado en un sanatorio mental contra su voluntad. Elías aprovechó que su mujer sufría una depresión clínica severa tras la muerte de su primer hijo para irse con su amante de turno. Grant creyó que su madre le había abandonado y este hecho le afectó muchísimo psicológicamente durante años. El actor creció convencido de que su madre estaba muerta, hasta que en 1935, tras una conversación por teléfono con su padre, éste le confesó la verdad. En la sala de visitas de una tétrica institución mental, Elsie, de 56 años y su hijo se volvieron a ver después de tanto tiempo. El actor, que ya era famoso, se encargó de que a su madre no le faltara de nada y la trasladó a una residencia privada, donde moriría dos semanas después de cumplir 95, mientras dormía la siesta. Grant nunca quiso dar demasiados detalles en público sobre su desafortunada infancia e incluso la falseó, haciéndose pasar por hijo de una familia con tradición teatral y dedicada a prósperos negocios.
Reinó en todos los géneros cinematográficos, encarnó los personajes más impensables y trabajó con grandes directores, desde George Cukor hasta el rey del suspense Alfred Hitchcock, que lo dirigió en cuatro filmes y llegó a decir: “Podría actuar con la cara manchada de huevo y seguiría pareciendo tan fascinante como siempre”. El American Film Institute lo colocó en el segundo puesto de los actores legendarios de todos los tiempos, solo por detrás de Humphrey Bogart. Estuvo nominado como mejor actor en dos ocasiones por Serenata nostálgica (1941) y Un corazón en peligro (1944). Pese a su larga trayectoria profesional, el Oscar se le resistió. Y es que la Academia le dio la espalda porque Grant se atrevió a criticar las prácticas abusivas de los grandes estudios y apoyaba abiertamente a actores caídos en desgracia como Ingrid Bergman o Charles Chaplin. Finalmente, en 1970 Hollywood le otorgó una estatuilla honorífica.
Grant tenía fama de ser un hombre de carácter posesivo con sus esposas. Con la primera de ellas, la actriz Virginia Cherrill, solo estuvo casado un año. El divorcio se convirtió en un proceso escabroso en el que ella le acusó de malos tratos, que nunca fueron probados, y de amenazarla, además de asegurar que Grant bebía en exceso. Su matrimonio con la multimillonaria Barbara Hutton tampoco llegó a buen puerto, aunque su relación siempre fue cordial. Con su tercera mujer, la actriz Betsy Drake, estuvieron unidos casi trece años. Luego llegaría Dyan Cannon, con la que tuvo a su única hija, Jennifer. Con esta actriz el matrimonio finalizó de forma escandalosa. Ella le acusó de violencia doméstica, de encerrarla en el armario y prohibirle usar ropa “demasiado corta”. La sentencia calificó a Grant de “hostil e irracional”. En 1981, el actor contraería nupcias por quinta y última vez con Barbara Harris, relaciones públicas de un hotel y 47 años más joven. Por otra parte, Grant también tenía fama de maniático. Entre sus extravagancias destacan la de plancharse los cordones de los zapatos, tener siempre una rosa roja en su bandeja del desayuno, usar lencería de mujer o elegir de forma escrupulosa su vestuario.
Aunque se casó hasta en cinco ocasiones, la preferencia de Cary Grant por los hombres fue siempre un secreto a voces hasta su muerte. Sin embargo, él nunca lo admitió. Entre sus íntimas amistades masculinas destaca la que mantuvo durante años con el actor Randolph Scott, al que conoció en el set de la película Sábado de juerga (1932). Cary y Randolph decidieron de inmediato vivir juntos y una muestra de la buena sintonía que había entre ellos la recogió Ben Maddox en la revista Modern Screen, que publicó fotos de ambos en su mansión de Malibú en las que se les podía ver cocinando, dándose un baño en la piscina o leyendo en el salón. Los publicistas de la Paramount tuvieron que inventarse toda clase de farsas para satisfacer la moral californiana, colocando al lado de los intérpretes jóvenes bellezas para no debilitar su imagen de seductores. Presionados por los estudios de cine, tuvieron que romper su relación en 1940, aunque nunca dejaron de verse. El libro “Cary Grant: el corazón solitario”, de Charles Higman y Roy Moseley, asegura que el intérprete de Historias de Filadelfia tuvo su primer amante a los 17 años, un actor de aspecto viril llamado Francis Renaull. Después apareció el australiano Jack Kelly, cinco años mayor y de rostro afeminado que se dedicaba a pintar murales. Los autores del libro también señalan al magnate Howard Hugues como uno de los amantes más fogosos de Grant, con el que tuvo un apasionado romance.
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