El día que conocí a Elvira Bonet, la amiga catalana de Vivien Leigh

Joan y Conchita son unos buenos amigos, matrimonio y vecinos del barrio de Horta de toda la vida.
Joan es un fanático del cine clásico y un entendido en toda regla de este arte; sus ídolos el gran John Ford y The Duke, o lo que es lo mismo, el hombre del western, John Wayne.
Hablando uno de los días en los que coincidimos de ruta por nuestro viaje en común por Suiza, ambos me explicaron que eran amigos y vecinos de Elvira Bonet, la amiga catalana de Vivien Leigh y la persona que posee el único museo particular de la actriz y de la película “Lo que el viento se llevó”, mi película favorita. 
“Hablaremos con ella e intentaremos que te reciba para que lo veas y te explique como conoció a Escarlata” me dijeron; y fue, dicho y hecho: hace cosa de unos dos meses le comentaron que tenía ganas de conocerla y Elvira accedió a que la visitase en su casa, muy amablemente, ayer, un mes antes de que se cumplan cincuenta años de su primera visita en Londres a Vivien Leigh.
Eran las seis de la tarde cuando los tres llamábamos a la puerta de su domicilio; en el umbral de la puerta apareció Elvira, quién me alargó la mano y estrechó la mía haciéndonos entrar al descansillo de su casa. 
Me mira y me pregunta mi nombre y me dice: “Seguramente usted se preguntará que por qué se lo pido”…”muy sencillo, me gusta anotar los nombres de todas las personas que visitan el museo”. "Con usted son casi seiscientas personas las que ya han pasado por aquí, incluída Elsa Fàbregues, la actriz que dobló a Escarlata" y me cuenta que, Terenci Moix, quién le escribió un par de notas para ir a visitarla y que era un experto cinéfilo, no pudo hacerlo pues había enfermado y muerto antes de tiempo.
Elvira saca del bolsillo de su abrigo la llave con la que abre la puerta de doble hoja ante mi; una imagen que tardaré en olvidar…decenas de fotos, pósters, libros, un busto regalo de la hija de Vivien... Ella, orgullosa me mira y me dice que irá paso por paso explicándomelo todo tras confesarle que he visto la película al menos quince veces en los años que tengo. “Cuánto tiempo dice que tiene?” me pregunta…”todo el que usted quiera, Sra. Bonet” le contesto con una luz especial en su cara.
Me explica entonces que normalmente cuando vienen los periodistas a su casa traen las preguntas preparadas y que van muy deprisa en hacerle las entrevistas y las fotos y que no puede dar muchos detalles de las cosas por falta de tiempo; pero mi caso es diferente y así se nos pasan casi cuatro horas en las que, con todo detalle y con una memoria privilegiada y dividiendo la historia en cuatro partes me contó como conoció a Vivien Leigh. 
La historia es larga y bonita pero para resumirla brevemente diremos que todo empezó cuando se cumplían 25 años del estreno de la película y una jovencísima Elvira, tras verla en el cine de su barrio, intenta contactar con la actriz, en una primera ocasión, enviando una carta al hotel de Torremolinos donde pasaba unos días de vacaciones con Sir Laurence Olivier. Esa misiva nunca le llegó pero ella no perdió la fe e hizo un segundo intento, esta vez enviando a Londres un obsequio muy especial: un bonito medallón de oro con las siglas GWTW (Gone with the wind) grabadas en su anverso y comprado en la joyería Tomás Colomer de Barcelona junto a una carta traducida por el Sr. Domingo, que se convertiría durante unos años en el traductor de Elvira mientras ella mejoraba su inglés.
Esta segunda misiva si que recibió respuesta por parte de la actriz, que a parte de agradecerle el obsequio la invitaba a conocerse personalmente en Londres el 18 de febrero a las seis de la tarde. 
Aquella fue la primera vez que se vieron; Elvira iba acompañada de su amiga Cristina, traductora y guía turística que trabajaba en aquellos años como canguro de una familia británica y que la ayudaría en su encuentro.
Doug, el padre de familia donde trabajaba Cristina, se encargó de llevarlas con coche hasta el domicilio de la actriz, pero se perdieron y llegaron quince minutos tarde y no pudo recibirlas por tema de agenda posponiendo el encuentro a las once del día siguiente. Veinte minutos de conversación que se repitieron unos años después, esta vez acompañada de otra amiga María Teresa, una argentina que conoció durante un viaje con sus padres a Zaragoza y con la que compartió viaje a París y a Londres posteriormente.
Esas fueron las dos únicas ocasiones en las que se vieron; no hay ninguna imagen de las dos juntas en el museo; nunca se atrevió a pedirle que les sacaran una foto juntas. 
Elvira sólo quería conocerla y verla actuar en el teatro, cosa que no pudo ver cumplido dado el repentino fallecimiento de la actriz el 7 de julio de 1967.
Curiosidades de la vida, el destino quiso que Elvira recibiera la última carta de Vivien la tarde del día 7, unas horas antes de su fallecimiento.
Elvira se enteró de su muerte por la Vanguardia al regresar a casa tras pasar el día en la Costa Brava con un grupo de amigos.
Envió su último ramo de rosas rojas, como hacía en ocasiones especiales, para que reposase sobre la caja con los restos de la actriz.
Tras el fallecimiento de Vivien, Elvira creyó que allí acababa todo pero estaba equivocada; fue entonces cuando recibió un sobre desde Londres con seis imágenes de la actriz enviadas por su última doncella, Domitila Martínez, una señora de noventa y dos años que vive todavía en Barcelona que también fue la encargada de llamarla para invitarla a los funerales de Leigh el 15 de agosto de ese mismo año y con la que ha compartido charlas posteriores sobre la actriz.
Elvira estuvo en los funerales de Vivien y tuvo ocasión de visitar de nuevo la casa sin ella y de ver sus enseres personales y su habitación, donde falleció.
Fue entonces cuando empezó la relación con la madre e hija de Vivien así como con los nietos de la actriz a los que ha visitado en Londres y Sussex en algunas ocasiones.
Esta era la primera parte de la historia, que englobaba desde 1957 a 1967. 
En ese momento y aprovechando que nos quedamos a solas le comenté que escribo un blog de cine clásico y que me gustaría dar a conocer que la había visitado y me da su autorización para hacerlo.
Es entonces cuando abre la vitrina con los enseres personales: su famosa pitillera de plata con los cigarros y que tenía en su mesita la noche que murió, el alfiler que llevaba al recibir a Marilyn Monroe y Arthur Miller en el aeropuerto de Heathrow cuando llegaron de Hollywood para rodar “El príncipe y la corista” junto a Olivier, su agenda de 1967 con los aniversarios de su familia y los teléfonos de su equipo de estilismo apuntados de su puño y letra, los guantes, collares, zapatos, bolso, encendedores, el paraguas de "Lo que el viento se llevó" que lanza mientras se prueba sombreros y guantes durante su viaje de bodas y el mítico camisón que pude tocar… 
De ahí pasamos a leer y ver las cartas que se intercambiaron y algunos artículos escritos por Elvira.
Fue una tarde especial y en la que quedaron cosas pendientes; Elvira me invitó a ir de nuevo  a su casa y se despidió de mi con un abrazo y dos besos.
Gracias Joan y Conchita por hacer posible este encuentro.

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